El Autor de la Escritura: (2 Pedro 1:21; 2 Timoteo 3:16) La Biblia es inspirada, literalmente “respirada por Dios” mediante el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad. El Espíritu movió a los autores de los 66 libros para escribir exactamente lo que Él espiraba dentro de sus corazones y mentes. Al igual que un barco se desplaza través del agua mediante el viento en sus velas, así también los escritores bíblicos fueron impulsados por el Espíritu Santo.
Consolador / Consejero / Abogado: (Isaías 11:2; Juan 14:16; 15:26; 16:7) Las tres palabras son traducciones de la palabra griega parakletos, de donde obtuvimos la palabra “Paracleto,” otro nombre para el Espíritu Santo. Cuando Jesús se fue, Sus discípulos estaban muy angustiados porque habían perdido Su reconfortante presencia. Pero Él prometió enviarles al Espíritu de consolación, consejo y guía para aquellos que pertenecen a Cristo. El Espíritu también “da testimonio” a nuestro espíritu de que somos de Él y por tanto nos asegura la salvación.
Convicción de Pecado: (Juan 16:7-11) El Espíritu aplica las verdades de Dios en la mente misma de las personas para convencerlas mediante justos y suficientes argumentos de que son pecadores. Él hace esto a través de la convicción en nuestros corazones de que no somos dignos de estar ante un Dios santo, que necesitamos Su justificación, y que el juicio es seguro y vendrá un día sobre todos los hombres. Aquellos que niegan estas verdades, se rebelan contra la convicción del Espíritu.
Garantía / Sello / Arras: (2 Corintios 1:22; 5:5; Efesios 1:13-14) El Espíritu Santo es el sello de Dios sobre Su pueblo, Su derecho sobre nosotros como Su propiedad. El regalo del Espíritu a los creyentes es el depósito inicial de nuestra herencia celestial que Cristo prometió y aseguró para nosotros en la cruz. Por haber sido sellados por el Espíritu, estamos seguros de nuestra salvación. Nadie puede romper el sello de Dios.
Guía: (Juan 16:13) Así como el Espíritu guió a los escritores de la Biblia para registrar la verdad, así también Él promete guiar a los creyentes para conocer y entender esa verdad. La verdad de Dios es “locura” para el mundo. Aquellos que pertenecemos a Cristo tenemos al Espíritu morando en nosotros, quien nos guía hacia todo lo que necesitamos conocer respecto a los asuntos espirituales. Aquellos que no pertenecen a Cristo no tienen al “intérprete” que los guíe para conocer y entender la Palabra de Dios, porque ésta debe ser “discernida espiritualmente” (1 Corintios 2:14).
Morador de los Creyentes: (Romanos 8:9-11; Efesios 2:21-22; 1 Corintios 6:19) El Espíritu Santo reside en los corazones del pueblo de Dios, y esa permanencia es la distinción característica de la persona regenerada. Desde el interior del creyente, Él dirige, guía, conforta e influye, así como también produce en nosotros el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Él produce esa íntima relación entre Dios y Sus hijos. Todos los verdaderos creyentes en Cristo tienen el Espíritu residiendo en sus corazones.
Intercesor: (Romanos 8:26) Uno de los aspectos más alentadores y reconfortantes del Espíritu Santo es Su ministerio de intercesión a nombre de los que Él habita. Debido a que muchas veces no sabemos qué o cómo orar cuando nos acercamos a Dios, el Espíritu intercede y ora por nosotros. Él interpreta nuestros “gemidos” por lo que cuando nos sentimos oprimidos o abrumados por los afanes de la vida, Él está con nosotros para asistirnos mientras nos apoya ante el trono de la gracia.
Revelador / Espíritu de Verdad: (Juan 14:17; 16:13; 1 Corintios 2:12-16) Jesús prometió que después de Su resurrección, el Espíritu Santo vendría y “os guiará a toda la verdad.” Puesto que el Espíritu está en nuestro corazón, somos capaces de entender la verdad, especialmente respecto a los asuntos espirituales, de una forma en que los no creyentes no pueden. Pero nosotros tenemos la mente de Cristo en la Persona de Su Espíritu dentro de nosotros.
El Espíritu de Dios / El Señor / Cristo: (Mateo 3:16; 2 Corintios 3:17; 1 Pedro 1:11). Estos nombres nos recuerdan que el Espíritu de Dios es realmente parte de la divina Trinidad y que Él es Dios así como lo son el Padre y el Hijo. Él nos es revelado primeramente en la creación, cuando Él “se movía sobre la superficie de las aguas,” (Génesis 1:2), denotando Su participación en la creación, junto con la de Jesús, por quien “todas las cosas fueron hechas por medio de Él” (Juan 1:1-3). Vemos esta misma Trinidad de Dios nuevamente en el bautismo de Jesús, cuando el Espíritu desciende sobre Jesús y la voz del Padre es escuchada.
Espíritu de Vida: (Romanos 8:2) La frase “Espíritu de vida” significa que el Espíritu Santo es quien produce o da la vida, no que Él inicie la salvación, sino más bien que Él imparte la nueva vida. Cuando recibimos la vida eterna a través de Cristo, el Espíritu nos proporciona el alimento espiritual que es el sustento de la vida espiritual. Aquí nuevamente vemos al Dios Trino en acción. Somos salvados por el Padre a través de la obra del Hijo, y la salvación es sustentada por el Espíritu Santo.
Maestro: (Juan 14:26; 1 Corintios 2:13) Jesús prometió que el Espíritu les enseñaría y les recordaría a Sus discípulos “todas las cosas” que Él había dicho mientras estaba con ellos. Los escritores del Nuevo Testamento fueron movidos por el Espíritu para recordar y entender las instrucciones que Jesús dio para la formación y organización de la Iglesia, las doctrinas relativas a Él Mismo, los pasos para llevar una vida santa, y la revelación de las cosas por venir.
Testigo: (Romanos 8:16; Hebreos 2:4; 10:15) El Espíritu es llamado “testigo” porque Él verifica y da testimonio del hecho de que somos hijos de Dios, que Jesús y los discípulos que realizaron milagros fueron enviados por Dios, y que los libros de la Biblia son divinamente inspirados. Además, al otorgar los dones del Espíritu a los creyentes, Él nos da testimonio a nosotros y al mundo de que pertenecemos a Dios.